Según la información publicada por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) de esta misma Encuesta, el año pasado, el costo de la corrupción en pagos, trámites o solicitudes de servicios públicos fue de 12,770 millones de pesos, costo que aumentó en un 64% respecto a 2017.
En el ámbito internacional, el Índice de Percepción de Corrupción, indica que México, se ubica en la posición 130 de 180 países. Nuestro país obtuvo una puntuación de 29 en una escala que va de 0 a 100, donde 0 es el país peor evaluado en corrupción y 100 es el mejor evaluado en la materia. De los países miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), el nuestro, es el peor evaluado.
El IPC puntúa y clasifica a los países en función de qué tan corrupto es percibido por los expertos y ejecutivos de empresas el sector público de un país. Es un índice compuesto, una combinación de 13 encuestas y evaluaciones de corrupción, recopiladas por una variedad de instituciones acreditadas. El IPC es el indicador de corrupción más utilizado en todo el mundo.
Por su parte, el Barómetro Global de Corrupción de 2019, señala que 44% de las personas consideran que la corrupción se ha incrementado en los últimos 12 meses, en tanto que el 34% reconoció haber pagado un soborno en el ámbito de servicios públicos.
Si tomamos en cuenta que, alrededor del 17% del presupuesto se ejerce en contrataciones públicas, nos daremos cuenta de la dimensión del problema de que estas contrataciones se lleven a cabo a través de prácticas corruptas.
Los procedimientos que el gobierno usa para realizar compras y asegurar que el precio y calidad de lo que adquiere son los pertinentes son: la licitación pública; la invitación a cuando menos tres personas, y la adjudicación directa[1]. Si bien cada uno de estos procesos responde a ciertas particularidades, es la licitación pública el proceso de compra más “justo”, pues ésta se lleva a cabo mediante convocatoria pública para que todos los interesados presenten proposiciones por medio de un sobre cerrado, que será abierto públicamente, lo cual tendría que asegurar que el contrato se otorgará al mejor postor.